
En los últimos años, la inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser una promesa futurista para convertirse en una herramienta esencial dentro de los equipos de innovación. Hoy, las marcas pueden analizar millones de datos en segundos, detectar patrones de consumo y anticipar tendencias antes de que lleguen al mercado.
Pero lo realmente disruptivo no es solo la velocidad, sino la capacidad de combinar el análisis predictivo con la creatividad humana. Los algoritmos pueden identificar qué sabores, texturas o ingredientes serán más aceptados; mientras que los diseñadores y equipos de marketing aportan la sensibilidad necesaria para conectar con las emociones y valores de las personas. La innovación más poderosa ocurre justamente ahí: donde la tecnología y la intuición se encuentran.
Testimonios que avalan la incorporación de la IA
La CEO de Accenture, Julie Sweet, lo resume así en una entrevista con Times, en donde menciona que “la experiencia humana debe seguir siendo el centro de todo diseño, porque la tecnología no reemplaza la creatividad ni la intuición humana”.
Esta afirmación refuerza la idea de que la IA no viene a suplantar a las personas, sino a potenciar lo que mejor sabemos hacer: crear con sentido.Un ejemplo concreto es el caso de NotCo, la empresa chilena que utiliza inteligencia artificial para desarrollar alimentos a base de plantas. Su CEO, Matías Muchnick, destaca en una nota en Fi Global Insights lo siguiente:
“Hemos creado la primera plataforma de desarrollo de productos basada en IA para la industria de consumo masivo. Está diseñada para revolucionar cómo se crea la comida, haciendo el proceso más rápido, más inteligente y más eficiente que los métodos tradicionales”.
Gracias a esta tecnología, productos que antes requerían hasta dos años de desarrollo hoy pueden crearse en menos de seis meses.
También desde la industria tecnológica, Sundar Pichai, CEO de Alphabet (empresa matriz de Google), señaló recientemente en Voltaire:
“La IA acelerará el desarrollo de productos innovadores y eliminará tareas tediosas. No se trata de reemplazar personas, sino de permitirnos hacer más”.
Esta visión refuerza el enfoque de la IA como aliada estratégica, no como amenaza.
Visión desde Producto del Año Chile
Sylvain Benoist, gerente general de Producto del Año Chile, destaca que la inteligencia artificial está revolucionando el desarrollo de productos, optimizando cada etapa desde la investigación hasta la comercialización. Entre sus principales aportes, menciona la aceleración del I+D, la personalización de productos, la mejora en calidad, la reducción de costos, la previsión de tendencias y la optimización logística. Sin embargo, enfatiza que “la IA debe ser vista como un aliado, no un reemplazo, y desde Product Of the Year creemos firmemente en lo fundamental que sigue siendo escuchar a los consumidores, quienes son finalmente los únicos árbitros de los resultados, los éxitos y los fracasos. Eso es lo que hacemos en POY al escuchar lo que opinan los consumidores de los nuevos productos lanzados al mercado”.
Cifras sobre el impacto de la IA en las empresas
Además de impulsar la creatividad, la IA está ayudando a las marcas a diseñar productos más sostenibles y personalizados. Según un informe de Capgemini, un 63 % de las compañías reconoce que la IA ya está contribuyendo a reducir el desperdicio y aumentar los ingresos al integrar criterios de sostenibilidad en su cadena de innovación.
En este contexto, las cifras hablan por sí solas (según datos de Zipdo y Narratize):
- El 72 % de las empresas de productos de consumo planea aumentar sus inversiones en IA en los próximos dos años.
- El 60 % de las empresas planean utilizar la IA para la innovación de productos.
- La adopción de IA ha permitido reducir ciclos de desarrollo hasta en un 50 % y los costos en un 20–30 %.
Frente a estos datos, la pregunta clave para las marcas es:
¿Estamos usando la IA solo para hacer más, o también para hacer mejor?
Porque el futuro de los productos exitosos no será solo inteligente; será relevante, humano y con propósito. La innovación ya no depende exclusivamente de grandes presupuestos, sino de la capacidad de transformar datos en decisiones con sentido.


